Por fin me dormí temprano, sentía descanso
y desperté.
Tenía calor, pero tenía frío.
Había un frío de la mierda, lo sentía en la cara.
Me dí vueltas como un perro.
Buscaba la manera de estar cómoda.
No cagarme de frío, no cagarme de calor.
En ese rato que estuve webiando, ya con rabia,
eran las 5:45, me quedaba media hora para levantarme.
No pude, dolía tanto, tanto. Tuve que salir de la cama.
Pero
Cada paso que daba hacia al baño dolía aún más.
Pensando que lo dejaría enterrado en la cama, me siguió.
Estaba en la ducha. Estaba en el champú. En el jabón.
Cuando me vestí. En el secador.
Como si fuese una niña en peligro, fui donde mi mamá.
Le pedí algo pal' dolor, me recetó a mi hermana.
Ella era el chamán de los remedios hoy día.
Le pedí el último remedio pal' dolor que tenía.
Me lo dio, lo tomé, como pude.
Aguantando las nauseas.
Mamá, ¿Dónde está la máquina que toma la presión?
Mamá: Está mala, Natita. No funciona.
Yo seguía igual. Comí un pellizco de un pan pita.
Pa' que el remedio no me cayera mal.
Hace mucho no sentía un dolor tan grande.
Me llenaban ganas de ir llorando donde mi mamá,
decirle lo mucho que dolía.
Yo sabía que eso no ayudaría en nada. (No lo hice)
No sé cuantas horas habrán sido en total.
Pero ahora que son las 21:03, puedo decir
que por fin se está pasando.
De a poquito, a pasitos de caracol.
No sé como surgió. De donde apareció.
Qué hice de distinto para tener ese dolor.
Hoy no fue un buen día.
Hoy me atacó un misil.
Pegó directo en la sien.
Y no se fue, no quiso.
Sólo quiero que antes de dormir ya te hayas ido.
Por favor.
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